El viernes en la noche salí a cenar con mi
familia como es costumbre hacer todos los viernes del mes, es una costumbre
familiar que practicamos desde que tengo memoria. Nos encontramos en un
restaurante que además ser reconocido por su excelente cocina, se caracteriza
por acompañar la velada de sus comensales con melodías en su mayoría románticas
interpretadas a través de los acordes de violines y chelo.
En realidad lo que quería compartir no es
la experiencia gastronómica, que por cierto, fue excelente. Deguste unas
deliciosas chuletas de cordero a la brasa con un majado de viandas con tiras de
tocineta, zanahoria y miel, acompañados de un buen vino tinto gran reserva. Si
no, el que esa noche tome algunas copas demás y esa mezcla de alcohol,
felicidad, comida, risas, música de violines evocando el amor, me causaron
nostalgia del flaco. Sí, tengo que admitirlo y creo que se noto es los post que
publique al llegar a casa. Al siguiente día me comunique con él y le dije
que pensaba que no podíamos continuar siendo amigos como acordamos,
porque era como perpetuar el sentimiento que nos unía y yo de cierta manera
necesitaba ese espacio para acostumbrarme. Él creo que lo tomo a mal, no sé, permaneció
callado, me deseo que me vaya bien y se marchó.
Será una dura semana para ambos, sé que aún nos unía
un gran sentimiento. Extrañare su amistad, sus buenos días entre las 5:00 a
5:45 de la madrugada, sus momentos románticos, su terquedad, su risa, su
tortuga, su perro, su gata y las bromas
que siempre me hacía.
El sacar un sentimiento de donde se ha incrustado
toma su tiempo, lo sé, pero por suerte o por mala suerte, el tiempo lo cura
todo.
Gely C.
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