Ayer
fue una despedida de año de la que no quise mantener ningún recuerdo
material, pero jamás olvidare. Despedimos el año fuera de casa, en un
ambiente rodeado de alegría fingida o real, luces, comida, gente
formalmente vestida. Miraba los rostros de las personas y todos se veían
tan felices que parecía que nada malo había ocurrido durante todo el
año. Llegamos al hotel a las 8:00 pm, valet parking,
registro para entrar a la actividad y así transcurren las horas entre
cena en familia, tragos, conversaciones, chistes e instrumentos sonando
al compás de voces entonando canciones navideñas. Un minuto para las
doce, dice al micrófono el cantante del grupo y fue instintivo...
Uno... dos…tres… mis hermanos y yo nos dirigimos apresurados justo donde
esta mamá, que ya no pudo aguantar más las lágrimas que llevaba
acumuladas durante todo el día. Cuatro… cinco… nos abrazamos tan
fuertemente a ella como pudimos, que creo que no la dejábamos respirar.
Seis…siete… ninguno dijo palabra alguna, pero los cinco extrañábamos a
la misma persona. Ocho…nueve… las doceeeee.... Lloramos por más de
media hora en un lugar donde los besos, las risas y la felicidad se
desbordaban… Feliz año nuevo papá…
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