miércoles, 1 de enero de 2014


Ayer fue una despedida de año de la que no quise mantener ningún recuerdo material, pero jamás olvidare. Despedimos el año fuera de casa, en un ambiente rodeado de alegría fingida o real, luces, comida, gente formalmente vestida. Miraba los rostros de las personas y todos se veían tan felices que parecía que nada malo había ocurrido durante todo el año. Llegamos al hotel a las 8:00 pm, valet parking, registro para entrar a la actividad y así transcurren las horas entre cena en familia, tragos, conversaciones, chistes e instrumentos sonando al compás de voces entonando canciones navideñas. Un minuto para las doce, dice al micrófono el cantante del grupo y fue instintivo... Uno... dos…tres… mis hermanos y yo nos dirigimos apresurados justo donde esta mamá, que ya no pudo aguantar más las lágrimas que llevaba acumuladas durante todo el día. Cuatro… cinco… nos abrazamos tan fuertemente a ella como pudimos, que creo que no la dejábamos respirar. Seis…siete… ninguno dijo palabra alguna, pero los cinco extrañábamos a la misma persona. Ocho…nueve… las doceeeee.... Lloramos por más de media hora en un lugar donde los besos, las risas y la felicidad se desbordaban… Feliz año nuevo papá…

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