Como acostumbro entre días, cuando me toca trabajar en el negocio de mi
madre, salí de la oficina y fui a tomar un café en un negocio cercano,
los chicos de la oficina aprovecharon mi viaje para pedir que les trajera unos
cafés a mi regreso. Llego al negocio y luego de comprar mi café, decidí
sentarme a tomarlo en unas mesitas en el exterior del edificio mirando la
gente y los autos que transitaban por el lugar. Mi vista se detuvo en un hombre
sentando en la acera de la calle, a su lado un perro realengo dormía una
siesta... Su vestimenta delataba el estilo de vida que llevaba... zapatos
rotos, pantalones sucios, camisa de un color incierto y en la cabeza, una
gorra, que no se distinguía ya lo que anunciaba. En el piso un vaso plástico que dejaba observar su
anterior color blanco entre la mugre que lo cubría. El mismo se encontraba situado en medio
del hombre y su mascota, esperando que el próximo peatón se
percatara de su existencia y leyera el rótulo de cartón escrito en manuscrito
que se encontraba recostado del vaso. Este leía en tinta negra y letras de tamaño desigual,
"Tenemos Hambre".
Personas pasaban frente al hombre y su perro como si fueran una figura en bronce
colocada en la acera para dar mayor realismo al lugar. De pronto una anciana
pasa y el hombre con cierta confianza le dice...
– Hola muchacha, como tu tá?
– Aquí con gana e´ rapá…
Seguido saca una dona azucarada y se la da al hombre y prosigue su camino.
El hombre no pierde tiempo, parte la dona a la mitad, despierta a su perro y le
ofrece del alimento que ha conseguido.
Ya llega la hora de retornar a la oficina, entro a la tienda y pido un café,
una botella de agua y comida para llevar. Saliendo del establecimiento me dirijo caminando al
vagabundo, luego de saludarlo y entregarle la comida, lo oriento sobre un lugar donde puede pasar la noche, darse tal vez
una ducha y conseguir algo de ropa limpia... Proseguí
hacia la oficina luego que el hombre me diera como mil
bendiciones y el perro me moviera su cola como agradecimiento.
De regreso a mi trabajo mi manos iban sin los cafés... mis bolsillos sin dinero... y mi rostro y mi alma iban con una
sonrisa de felicidad que no tiene precio!!
Gely C.
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